Comentario
El mundo burgués francés, con sus pequeñas tragedias y esclavo de la política a la vez que preso de la corrupción, se vio irónicamente reflejado a través de otro significado pintor: Honoré Daumier (1808-1879).
Hijo de un poeta de afición y vidriero de profesión, que se establecería en París en 1814 con la esperanza de abrirse camino en la literatura merced a Alexander Lenoir, fundador del Museo de Monumentos Franceses, tuvo la ocasión de que éste se fijara en su entusiasmo por copiar desde muy joven las estatuas del Louvre, hasta el punto de que se ofreciera para darle clases de pintura. No obstante, el joven Daumier pronto prescindiría de sus enseñanzas, no convencido de unos métodos que estimaba demasiado académicos.
Durante algún tiempo frecuentó la Academia Suiza, pero al precisar dinero para mantenerse decidió aprender el oficio de litógrafo con Rometet, pasando a continuación a trabajar con el editor Béliard. Fruto de esta experiencia fue la publicación de tres de sus primeras obras en el periódico "Silhouette", el semanario satírico francés.
En 1831 conoció a Charles Philipon, director de "La Caricature", quien, advertido del talento del joven artista, le orienta de forma decisiva hacia la práctica de la caricatura política, influencia que asume fácilmente Daumier dada su ardiente fe republicana. Durante cuatro años publicó dibujos de su firma en esa revista, labor que luego continuaría en el periódico "Le Charivari", fundado también por Philipon. En total fueron más de cuatro mil litografías las que realizó Daumier, cuyo conjunto constituye un extraordinario comentario gráfico de la época. En muchos de sus dibujos hostigó duramente la figura del rey Luis Felipe, hasta el punto de que en el año 1832 fue condenado nada menos que a seis meses de cárcel por haber representado al monarca como un gran Gargantúa.
Este incidente no le impidió seguir fustigando a la monarquía con obras tan expresivas como El vientre legislativo y Rue Transnonain el 15 de abril de 1834. Estas dos muestras se cuentan entre los dibujos políticos más notorios de Daumier, al tiempo que revelan una madurez artística encomiable, que explota todas las posibilidades de la técnica litográfica y que logra un máximo de expresividad mediante las finas gradaciones del gris al negro.
En 1885 fue clausurada "La Caricature", cuya edición ya había sido objeto de secuestro en anteriores ocasiones. Daumier dirigió entonces su colaboración a "Le Charivari", tal como se ha mencionado más arriba, periódico que lograría subsistir mediante un oportuno cambio de orientación. Sus dibujos de intencionalidad política se transforman en caricaturas de costumbres, donde halla un rico campo de inspiración. Los banqueros, los magistrados, los abogados e, incluso, el proletariado urbano es ahora el objeto de sus sátiras.
La revolución de 1848 elevó al poder, siquiera momentáneamente, a los amigos de Daumier, dándole la ocasión de dedicarse a la pintura. Autodidacta en su formación, que llevó a cabo en el Louvre contemplando a Rubens, Rembrandt y la Galería española de Luis Felipe, y animado por sus amigos, se decide a coger el pincel.
Courbet y Bonvin le empujaron a tomar parte en un concurso destinado a elegir la figura alegórica de la República, pero si bien llegó a presentar un boceto que es alabado por Champfleury, no terminó el cuadro. No sería esta ocasión la única en que le ocurriera lo mismo, ya que, como confesará en su momento Baudelaire, la libertad y dinamismo de su estilo, condicionado por su actividad como dibujante, limitaba su capacidad para ultimar sus pinturas.
La evolución y cronología de la obra pictórica de Daumier es difícil de seguir y de situar. Sus temas son muy variados. Los emigrantes (Institute of Arts, Minneápolis) o El levantamiento (Washington, Phillips Colection) parecen estar directamente relacionados con los acontecimientos revolucionarios; El baño de las niñas (París, Col. Levy) es un cuadro encantador, de un cromatismo cercano a Millet; La lavandera (París, Col. privada) resulta conmovedor; El vagón de tercera clase (Nueva York, Museo Metropolitano) testimonia la dureza de la vida moderna; El coleccionista de estampas (París, Museo d'Orsay) es un ejemplo de inmediatez ante algo que estaba de moda, y El pintor delante del cuadro (Washington, Phillips Colection) destaca por su luminosidad.
Si bien la pintura de Daumier fue algo más que un complemento de su obra gráfica, sólo sería así reconocida después de su muerte. Por contra, siempre contó con el decidido apoyo de sus amigos, especialmente de Millet y de Corot. Fue este último quien puso a su disposición una casa en Valmandois, cerca de Auvers-Sur-Oise, donde vivió hasta el final de sus días.
Los últimos años de su vida fueron de una gran dureza para el artista. Había perdido la vista y se desenvolvía en una acusada estrechez económica. Murió el 11 de febrero de 1879, siendo costeados sus funerales por el Estado, y un año después sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de Père-Lachaise, junto a las tumbas de Corot y de Daubigny, tal como era su deseo.
Daumier, que despertó el interés de sus contemporáneos, tuvo por ambiente el discurrir cotidiano de París, el de sus habitantes tanto burgueses como proletarios. Pintor y, sobre todo, dibujante, fue un artista realista y, además, satírico. Fue también un modelo a seguir por los caricaturistas. Y a él le cabe el honor de haber sido el primer artista que se sirvió de un medio de comunicación de masas para dar una interpretación moralista de la historia contemporánea.